martes, 19 de febrero de 2013

Seguir Adelante

Un día más te levantas y no sabes qué es lo que los demás tienen preparado para ti. 
¿Para ti? Sí, sí, para ti. ¿Nunca has pensado que hay ocasiones en las que parece que, mientras duermes, el mundo se afila la puntera de la bota con la que va a darte una nueva patada y esta vez, con más ahínco? 
Los malos se ponen todos de acuerdo, se reúnen con sus libretas negras y sus miradas afiladas, encerrados en salas desprovistas de escrúpulos, bajo la fría luz de una lámpara, a decidir qué van a no dejar tranquilo hoy. Debaten y deciden, convienen, montan y destruyen. Se hinchan como pavos mientras organizan tus minutos, tus días y hasta el ritmo de tu respiración. Te miran a los ojos sin verte y se sonríen pensando que, una vez más, tienen tu futuro en sus manos. Y cuando terminan, se aplauden entre ellos como si sus decisiones fuesen dogmas. 
Una vez más, te levantas pensando que pasará hoy. Pues déjame recordarte algo: 
Los pavos nunca aplauden la llegada de las Navidades, como dice el refrán. 
Hasta los malos tienen fecha de caducidad. Un día, se convierten en pedazos de pasado desmenuzados como pastillas de caldo. Son como esos baches que le han salido a la carretera de tanto usarla, como una cara desconocida en una esquina que acabas de girar, como un espacio vacío entre dos palabras, como el último borracho saliendo de un bar a la madrugada, como papel mojado, como tierra ensuciada por vertidos tóxicos, como una voz que nadie va a escuchar... No sirven para nada. 
Ten por seguro que un día, sus culos se encogerán tanto que colapsarán y al colapsarse deflagarán en un tremendo Big Bang. 
Y ya sabemos que con un Big Bang se inicia un universo. 
Tu Universo. 
Cada día, tu día te amanece para preguntarte cómo te vas a enfrentar a él. 
No te encojas de hombros ni rehuyas la mirada, porque el mayor reto que podemos plantearnos cada mañana al salir de la cama, es seguir adelante. 
Nadie dijo que fuera fácil, pero nadie dijo que dejaras de hacerlo.
El sol en la cara que calienta pero no quema, las tostadas con aceite del bueno, la mirada de "que bien que estés aquí", la canción que salta por si sola, las peleas que terminan en risas, las cosquillas en esos piececitos que te comerías, las palomitas que acaban bajo la butaca, los platos sin fregar, el final de un libro, la voz al otro lado del teléfono que te hace morir de risa, las manos que se encuentran bajo las sábanas, eso que sólo ella y tu sabéis, el chocolate después de cenar, quince besos seguidos que resuenan por toda una estación de tren, la bombilla que se vuelve a encender, cómo te ríes cuando te lo cuentan, que por fin quiera hablarte de lo que le pasa, despertarte y seguir en ese abrazo, el olor a sal en la piel, mirarte y con eso saberlo todo. 
No me digas si no compartes razones para seguir adelante. 
La razón por la que luchamos contras las adversidades es seguir disfrutando de las vivencias y felicidades que construyen nuestra vida. Ante todo y por encima de todo, somos lo que compartimos con los que nos quieren y a los que queremos. Somos lo que no nos arrebatan, aquello por lo que nos gusta dejar que el tiempo pase sin más, por lo que dar las gracias es un fenómeno espontáneo. Somos todo eso que contamos con orgullo. 
Decía el filosofo Epicteto que no nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos que nos sucede. A veces es muy difícil ser impermeable a lo que pasa, a lo que te agrede y a lo que no termina nunca.  Pero también es cierto, que  debemos relativizar los hechos y pensar que, para nosotros, siempre habrá una salida mejor. Que no estamos solos y no nos enfrentamos a nada solos. Nadie está más sólo que aquel que cree que deja solos a los demás. Ese es el desperdicio para los malos. 
Cuando no sepamos como seguir adelante, la fortaleza está en pensar en lo que nos espera.
Y por mi parte, a ti lo que te espera es un abrazo.