Se miraron un instante.
Sus ojos se adentraron en pupilas y escudriñaron entrañas en busca
de latidos. Descendieron precipitados por la columna vertebral del otro,
adueñándose de temblores y de sensaciones dispersadas por el estallido. El
fuego les recorría como magma bajando la ladera de un volcán y los
sentidos se desorientaban unos con otros haciendo espacio, atrapados en el
torrente interior.
Ella, aún replegando sus alas, preguntó:
- ¿Me Quieres?
Él, mirándola a los ojos con firmeza, contestó con latidos en la
voz:
- Contesté Sí a esa pregunta antes de que se creara.
Se abrazaron de nuevo y los susurros les cobijaron por completo.
Se besaron una y otra vez, sin parar de transmitirse. Deteniéndose, tan solo instantes, para
entrelazar sus alientos; los labios entreabiertos a escasos milímetros; aire envuelto
en calor exhausto; retales de un acelerado pulso anterior que seguía alimentándolos.
Ella entrecerró los ojos y, satisfecha, se recostó. Briznas de
pelo junto a sus párpados, respirar paciente surcando su pecho, manos relajadas
sosteniéndola. Olor a él perfumaba la almohada.
La tenue luz nocturna iluminaba su rostro, encendido como una
estrella. Miles de imaginarias mariposas revoloteaban por su vientre, salían de
su interior, llevándose consigo los ecos de un placer absoluto.
Sus labios dibujaron una sonrisa.
Inspiró profundamente y por momentos, se quedó dormida.
Él la contempló desde el silencio de la noche, admirando como la
silueta de su cuerpo se dejaba lamer por el espacio.
Lentamente, las yemas de sus dedos se aproximaron a la espalda de
ella y con ternura infinita comenzó a acariciarla. Recorrió todos los poros de
su piel y los retuvo en su tacto. Sentía su finura, el delicado aroma que
transmitía su cuerpo, la suave adicción que le provocaba su piel.
Una vez más, se sintió vivo. Y una vez más, a través de aquellas
caricias, volvió a recordar.
Como de un instante a otro, habían entrado en la habitación
atropelladamente con sus cuerpos anudados, besándose, tocándose, dándose
gestos, deshaciéndose de las ropas que se interponían entre su piel y sus
sentidos.
Deslizados sobre las sábanas, cientos de caricias les surcaron. Primero
a través de las palmas de las manos; juguetonas las puntas de los dedos, que
delimitaban perfiles y escudriñaban tundras. Él la tocaba y la cogía, apretaba
con sus manos sus costados, su vientre, allí donde terminaban sus costillas,
palpaba pausadamente sus pezones, sujetaba su rostro rendido en la almohada, hundía sus dedos entre su pelo embarullado.
La acarició con todo lo que tenía en él. Con los brazos, con el
cuerpo, con los labios. Incluso la acarició con la mirada.
Ella le devolvía los gestos besando en la base de su cuello, rodando sus manos por la fuerte espalda de él, mordiéndole, haciéndolo suyo con el lazo de
sus piernas, tejiendo su sudor al de él.
Ella sucumbió al placer cuando él se decidió. Sintió brotar una
corriente desde su propio centro que la hizo estremecer. Tanto, que se agarró a
él con fuerza por si fuera a caerse en el vacío. Él la envolvió con su cuerpo
y, con extrema cadencia, ahondó con mimo en la suave y húmeda aventura de
amarla.
Surcó contracorriente sus ríos mientras ella flotaba,
completamente abandonada. Él la oyó gemir. Una vez. Una vez más. Y lejos de
rendirse, lejos de desfallecer, se adentró en sus rápidos cada vez más fuertes,
cada vez más explosivos, hasta precipitarse en caída libre hacia el firmamento.
Ambos lanzaron una voz hacia todo el universo.
Creyeron morir y renacer.
Sintieron ser, por instantes, por sentidos, por latidos,
completamente libres.
Ella despertó y sintiendo los recorridos de las manos de él por su
piel, barrió la noche con una sonrisa. Se giró hacia él y buscó sus ojos con un
filtro en la mirada. Sonrió y le besó en los labios.
Aun exhausta; aún regalada; aún con miles de recuerdos en forma de
sentimientos regados por su cuerpo; aún con un susurro en la voz, preguntó:
-
¿Y por qué me quieres así?
Él acarició los olores que emanaban de su cuerpo y respiró su
calor. Se abrazó a su vientre y mientras las manos de ella jugaban en su pelo, contestó con un brillo en la voz:
-
Por tus gestos, en tu arte, por los nuestros… En tu forma de
entenderlo...
Inspirado en la canción "Rincón Exquisito" de SECOND. Versión en directo incluida en su álbum "15".
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