viernes, 22 de junio de 2012

En tu forma de entenderlo


Se miraron un instante.
Sus ojos se adentraron en pupilas y escudriñaron entrañas en busca de latidos. Descendieron precipitados por la columna vertebral del otro, adueñándose de temblores y de sensaciones dispersadas por el estallido. El fuego les recorría como magma bajando la ladera de un volcán y los sentidos se desorientaban unos con otros haciendo espacio, atrapados en el torrente interior.
Ella, aún replegando sus alas, preguntó:
- ¿Me Quieres?
Él, mirándola a los ojos con firmeza, contestó con latidos en la voz:
- Contesté Sí a esa pregunta antes de que se creara.
Se abrazaron de nuevo y los susurros les cobijaron por completo. Se besaron una y otra vez, sin parar de transmitirse.  Deteniéndose, tan solo instantes, para entrelazar sus alientos; los labios entreabiertos a escasos milímetros; aire envuelto en calor exhausto; retales de un acelerado pulso anterior que seguía alimentándolos.
Ella entrecerró los ojos y, satisfecha, se recostó. Briznas de pelo junto a sus párpados, respirar paciente surcando su pecho, manos relajadas sosteniéndola. Olor a él perfumaba la almohada.
La tenue luz nocturna iluminaba su rostro, encendido como una estrella. Miles de imaginarias mariposas revoloteaban por su vientre, salían de su interior, llevándose consigo los ecos de un placer absoluto.
Sus labios dibujaron una sonrisa.
Inspiró profundamente y por momentos, se quedó dormida.
Él la contempló desde el silencio de la noche, admirando como la silueta de su cuerpo se dejaba lamer por el espacio.  
Lentamente, las yemas de sus dedos se aproximaron a la espalda de ella y con ternura infinita comenzó a acariciarla. Recorrió todos los poros de su piel y los retuvo en su tacto. Sentía su finura, el delicado aroma que transmitía su cuerpo, la suave adicción que le provocaba su piel.
Una vez más, se sintió vivo. Y una vez más, a través de aquellas caricias, volvió a recordar.
Como de un instante a otro, habían entrado en la habitación atropelladamente con sus cuerpos anudados, besándose, tocándose, dándose gestos, deshaciéndose de las ropas que se interponían entre su piel y sus sentidos.
Deslizados sobre las sábanas, cientos de caricias les surcaron. Primero a través de las palmas de las manos; juguetonas las puntas de los dedos, que delimitaban perfiles y escudriñaban tundras. Él la tocaba y la cogía, apretaba con sus manos sus costados, su vientre, allí donde terminaban sus costillas, palpaba pausadamente sus pezones, sujetaba su rostro rendido en la almohada, hundía sus dedos entre su pelo embarullado.
La acarició con todo lo que tenía en él. Con los brazos, con el cuerpo, con los labios. Incluso la acarició con la mirada.
Ella le devolvía los gestos besando en la base de su cuello, rodando sus manos por la fuerte espalda de él, mordiéndole, haciéndolo suyo con el lazo de sus piernas, tejiendo su sudor al de él.
Ella sucumbió al placer cuando él se decidió. Sintió brotar una corriente desde su propio centro que la hizo estremecer. Tanto, que se agarró a él con fuerza por si fuera a caerse en el vacío. Él la envolvió con su cuerpo y, con extrema cadencia, ahondó con mimo en la suave y húmeda aventura de amarla.
Surcó contracorriente sus ríos mientras ella flotaba, completamente abandonada. Él la oyó gemir. Una vez. Una vez más. Y lejos de rendirse, lejos de desfallecer, se adentró en sus rápidos cada vez más fuertes, cada vez más explosivos, hasta precipitarse en caída libre hacia el firmamento.
Ambos lanzaron una voz hacia todo el universo.
Creyeron morir y renacer.
Sintieron ser, por instantes, por sentidos, por latidos, completamente libres.
Ella despertó y sintiendo los recorridos de las manos de él por su piel, barrió la noche con una sonrisa. Se giró hacia él y buscó sus ojos con un filtro en la mirada. Sonrió y le besó en los labios.
Aun exhausta; aún regalada; aún con miles de recuerdos en forma de sentimientos regados por su cuerpo; aún con un susurro en la voz, preguntó:
-          ¿Y por qué me quieres así?
Él acarició los olores que emanaban de su cuerpo y respiró su calor. Se abrazó a su vientre y mientras las manos de ella jugaban en su pelo, contestó con un brillo en la voz:

-          Por tus gestos, en tu arte, por los nuestros… En tu forma de entenderlo...


Inspirado en la canción "Rincón Exquisito" de SECOND. Versión en directo incluida en su álbum "15".
Puede verse el vídeo aquí